En noviembre, el peso se devaluó 0,5% respecto al mes inmediatamente anterior, culminando con una tasa de cambio de $3.235. Este resultado es explicado por una mayor aversión al riesgo ante incertidumbre global asociada a los impactos de la guerra comercial, expectativas de un menor crecimiento mundial y una fuerte disminución de los precios del petróleo, así como por subastas de acumulación de reservas internacionales del Banco de la República. En el período, se evidenciaron volatilidades inferiores a las presentadas un mes atrás. Sin embargo, persisten preocupaciones frente a la desaceleración global e incertidumbre frente al movimiento en tasas de la FED y el Banco Central Europeo ante un cambio de percepción de la primera. En el período, el dólar alcanzó máximos no vistos desde febrero de 2016 y acumula un cambio en el año corrido de 8,4%.
Es importante precisar que el período se caracterizó por expectativas de política monetaria menos contractiva, luego de que la FED anunciará una mayor cercanía de la tasa de interés a la tasa neutral. Lo anterior, en contraste con la fortaleza en los indicadores de la actividad económica estadounidense que propiciaron previamente expectativas de hasta tres aumentos en tasa en 2019. Es así como las mayores preocupaciones de desaceleración global ante incertidumbre comercial, y menores crecimiento en China y Europa, han generado expectativas frente al ritmo de aumentos en tasa de los principales bancos.